En la
película Machuca (2004) se nos muestra el sueño integrador del Padre McEnroe,
quién tiene por afán juntar en la misma sala de clases a niños de sectores
socioeconómicos totalmente distintos. Todos sabemos cómo terminó el sueño que
dio paso a la pesadilla. Chile ha cambiado, hoy existe mayor estabilidad
política pero también la necesidad latente de modificar los dramáticos niveles
de segregación del sistema educacional chileno. La discusión sobre selección
tenía ese potencial, pero lamentablemente se quedó entrampada en el caso de los
liceos públicos de “excelencia” –principalmente el Instituto Nacional (IN)-,
pasando por alto al grupo de colegios que probablemente segrega de manera más
activa: los particulares pagados.
En el afán
de buscar acuerdos respecto a la situación del IN es importante precisar que si
el IN tiene efecto más allá de la selección - así lo muestra la evidencia -
entonces no debiese haber problema en modificar su proceso de admisión. Esta es
una deducción conciliadora, aunque entre tanta retórica no se ha oído.
Supongamos entonces que se acaba con la selección tanto en el IN como en
cualquier otra institución que recibe fondos públicos. Luego, ¿Cuál debiese ser
el mecanismo de admisión más justo?... ¿Proximidad al colegio?, ¿Una lotería?
Si bien se han planteado alternativas, la respuesta no es obvia. Es difícil
pensar en mecanismos justos cuando la opción para los no admitidos es una
educación pública de mala calidad, que reproduce y acrecienta la brecha de
resultados entre ricos y pobres. De otro modo no se explica que gran parte de
los estudiantes del IN viajen diariamente 2 horas desde Maipú, Puente Alto, La
Florida o Pudahuel. El sistema no ofrece una alternativa de calidad para ellos.
Por lo
tanto, ¿Se podría eliminar la selección en el IN? Sin duda. ¿Mejora esto la
educación pública de todo el país? Difícil. Cuando hablamos de selección y nos
enfocamos únicamente en los liceos públicos de excelencia, olvidamos la
urgencia de resolver el cómo mejorar la calidad del sistema, a la vez que nos
alejamos del debate más profundo sobre la selección e inclusión, en donde no
sólo está en juego la eficiencia del gasto público sino que también hay un
cuestionamiento político a los principios sobre los que hoy opera nuestro
modelo educativo.
Y es cuando
entramos en ese debate más profundo que surgen una serie de interrogantes que
no han sido respondidas ¿Por qué en la discusión actual no se habla de la
selección socioeconómica y religiosa que realizan los colegios particulares?
Efectivamente la existencia de proyectos educativos diversos podría responder
parte de esta pregunta, pero si distintas familias adscriben por igual al
proyecto educativo de un colegio, ¿Por qué solo las de altos ingresos pueden
acceder a él? ¿Es esto justo? Creemos que no. En el Chile de hoy, la
probabilidad que un Gonzalo Infante estudie con un Pedro Machuca es casi nula.
Aquí hay un
problema de fondo, frente al cual el debate en Chile hoy ha quedado corto, y
que no se soluciona solamente impidiendo la selección en el grupo de colegios
al que asisten los segmentos económicos bajos y medios de la población. La
solución pasa por entender que existe un problema en el sistema educacional en
su conjunto, de manera que necesariamente se debe incluir en el debate público
sobre selección -y cualquier otra problemática educacional- a la intocable
educación particular pagada. Si queremos una sociedad más igualitaria, en dónde
la élite sea permeable no se puede pasar por alto este debate, sobre todo si se
considera que en estos colegios se educan los sectores que hoy en día ejercen
el poder político y económico.
Simón Ballesteros y Pablo Muñoz
Miembros de Estudios Nueva Economía