Chile en los últimos años ha sabido mantener un crecimiento económico sostenido y positivo; un desempeño bastante destacado cuando en el telón de fondo aparece una economía global debilitada donde persisten los signos de recesión. En este escenario cabe preguntarse: ¿Qué porción del desarrollo presente se puede proyectar al mediano y largo plazo?, ¿Cuál debería ser la posición del estado frente a una planeación estratégica de largo plazo a nivel país?, o bien desde una perspectiva bíblica: en el actual momento de vacas gordas ¿Hemos sabido cristalizar el boom económico en una participación exitosa del comercio de bienes y servicios de valor agregado, o en un incremento en la intensidad de conocimientos ligados a la producción, lo cual nos permitiría afrontar con cierta fortaleza un eventual futuro de vacas flacas?
Desde la óptica de los procesos de largo plazo, un análisis sobre súperciclos de los precios nos puede ayudar a esbozar algunas consideraciones útiles para un país como el nuestro, es decir, extremadamente dependiente de los recursos naturales e históricamente vulnerable ante las eventualidades económicas de la economía mundial.
El actual súperciclo del precio de los commodities: data aproximadamente desde el año 2.000 hasta el presente, y ha sido atribuido principalmente a las economías BRIC (Brasil, Rusia, India y China) pero especialmente a China, una economía particularmente intensiva en metales y energía debido a su rápida industrialización y urbanización. La gran demanda por commodities explica que el precio real de los metales y la energía más que se doblaron en 5 años desde 2003 al 2008[1].
Según el economista José Antonio Ocampo: “Una implicancia que sigue del análisis (súperciclos) es que los países abundantes en recursos mineros deberían preocuparse de los ciclos de mediano plazo en el precio de los commodities para desarrollar políticas que aprovechen de las fases expansivas y tomar medidas de precaución contra las fases de contracción”.
En estos momentos hay algunas razones para estar alerta. China está creciendo menos, lo cual ha redundado en que los precios del cobre han caído un 12% en lo que va del año. Lo anterior no significa que el súperciclo haya llegado a su fin, no obstante, da luces que inducen a pensar de que los valores récord de los commodities acontecidos en 2.008 son parte del pasado y que dadas las condiciones actuales, es muy poco probable que se vuelvan a repetir.
Sea cual sea el futuro, lo cierto es que en nuestro país no ha existido una inversión de los excedentes del cobre en pos de crear nuevas capacidades productivas que reemplacen la bonanza de los precios del cobre cuando el boom definitivamente desaparezca.
Ante esta situación, deberíamos exigir un rol mucho más activo de Estado en el desarrollo de una estrategia de largo plazo, permitiendo establecer los cambios estructurales necesarios para que la ciudadanía enfrente el futuro con un menor grado de incertidumbre. Concretamente, se torna crucial el desarrollo de una política industrial. Deberíamos avanzar hacia a una economía que se base más en recursos humanos y el conocimientos, en la creación de encadenamientos productivos y el desarrollo de una matriz exportadora más diversificada.
A nivel mundial hay muchos estudios que muestran que mientras más diversificada y sofisticada es la mezcla de productos exportados, los países tienden a experimentar un crecimiento más rápido, con menos desigualdad y con mayor resistencia hacia shocks externos[2].
Deberíamos incorporar la innovación como agente fundamental en la mejora de la productividad agregada, diversificar la economía hacia sectores que sean intensivos en el uso de conocimientos y disminuir la dependencia de unos pocos commodities.
La evidencia internacional nos muestra que prácticamente todos los países que lograron avanzar hacia una estructura productiva diversificada, crecimiento sostenido de la productividad y niveles de bienestar significativos, han tenido políticas industriales muy activas. Países como Alemania o E.E.U.U, supuesto paraíso del laissez-faire, tienen un cuantioso impulso estatal a la investigación y desarrollo. Por otro lado, cabe destacar que según estudios del premio nobel Joseph Stiglitz: rendimiento de la inversión pública en ciencia y tecnología es mucho más alto que el de la inversión privada en esos campos[3].
En nuestro país se destina un 0,7% del PIB en I+D mientras que países desarrollados destinan entre 2 y 3 puntos, y países como Corea del Sur más de un 4%[4].
En definitiva, se ha presentado evidencia que certifica que las preocupaciones frente a las vulnerabilidades del país para afrontar coyunturas económicas adversas para un futuro no son antojadizas. Se solicita una preponderancia y un compromiso del estado para el desarrollo de una política industrial que nos permita, por un lado, visualizar un país más sólido en el largo plazo, y por otro, hacer partícipe a generaciones futuras de la actual bonanza económica basada en recursos naturales no renovables a través de la inversión en infraestructura y en capital humano.
En Chile, nos queda un largo camino por recorrer, el cual se ve obstruido por un sistema político exclusivo y poco representativo, que no permite generar los consensos que nos puedan llevar a grandes acuerdos nacionales con perspectivas de largo plazo.
Eduardo Cerda
Estudios Nueva Economía
[1] José Antonio Ocampo, “Super-cycles of Commodity prices since the mid-nineteenth centur”, enero 2012.
[2] Daniel Hojman.
[3] Informe del Council of Economics Advisers.
[4]Daniel Hojman, “El Chile que se viene: ideas miradas perspectivas y sueños para el 2030”.
Publicada en El Quinto Poder