A lo largo de las últimas décadas, el modelo educacional chileno ha incrementado de manera sistemática los niveles de segregación socioeconómica en la educación escolar, conduciendo a una situación con niveles extremos que ubican a Chile de manera sostenida como uno de los más segregados del mundo, formando verdaderos ghetthos educacionales.
Esta segregación en el contexto educacional genera una distancia real y simbólica que impide a los estudiantes la exposición a personas de distintas características, ya sea de distintos niveles socioeconómicos, como de distintas etnias, religiones, capacidad intelectual, corrientes políticas, etc.
En el caso de éstas últimas no es claro que representen en sí un problema, dado que son coherentes con la idea de que los padres tienen la libertad de escoger el proyecto educacional que quieren que sus hijos reciban en sus colegios; aunque presenta la evidente contraparte que la escuela es un espacio de socialización para los estudiantes, donde se busca presentar las complejidades de la vida social, a la vez que comprender y valorar la diversidad social, función cívica que es claramente empobrecida por la existencia de este tipo de segregación.
Sin embargo, en el caso de la segregación socioeconómica si podemos consensar un problema social, dado que afecta tanto la igualdad de oportunidades de niños y niñas, como la calidad de la educación que reciben, poniendo en jaque la posibilidad de hacer cumplir de manera efectiva el derecho a la educación de todos los estudiantes.
Afecta la igualdad de oportunidades educacionales dado que significa que estudiantes que nacen en condiciones de vulnerabilidad socioeconómica recibirán una educación acorde a sus limitaciones económicas. Esto va en directa contradicción con los compromisos tomados por el Estado a otorgar educación de calidad para todos. Si agregamos a esto que gran parte de la desigualdad en los ingresos se debe a la desigualdad educacional, entonces la segregación se traduce de manera directa en desigualdad económica y social.
Por otra parte, en cuanto a la calidad, existe evidencia que indica que el desempeño educacional de un alumno está más condicionado a las características socioeconómicas de la escuela que de la propia familia, por lo que estudiantes provenientes de una condición más vulnerable tienen mayores oportunidades económicas en un establecimiento diverso que en uno segregado. Entre otras razones, esto es explicado por el “efecto par”, es decir, que los estudiantes aprenden unos de otros, y por lo tanto la diversidad en la sala de clases y en el establecimiento educacional favorece el aprendizaje común. De esta manera, el reducir la segregación mejora la calidad en el aprendizaje y las oportunidades de acceder a educación para los sectores más vulnerables.
Lo que resulta crucial entender, es que el significativo aumento en la segregación escolar experimentado no es resultado del azar, sino que se encuentra estrechamente ligado a la transformación y profundización que ha vivido el sistema educacional durante las últimas décadas. Esto es, la profundización del modelo de educación de mercado, con subsidios a la demanda a través de vouchers y la existencia del financiamiento compartido en la educación.
La configuración del sistema educacional en base a las lógicas de mercado produce que las escuelas para obtener rendimientos busquen cobrar un precio y reducir sus costos. La existencia de un cobro por la educación genera un proceso de autoselección de los estudiantes, encasillando en cada establecimiento a estudiantes de similares características socioeconómicas. A su vez, la reducción de costos genera incentivos a atraer a estudiantes más baratos de enseñar, es decir, de estudiantes con mejor nivel socioeconómico y con padres más comprometidos, por lo que se implementan mecanismos de selección. A esto se debe sumar otros elementos que incrementan el nivel de segregación, como la propia segregación geográfica y territorial, la cercanía y los costos de transporte, el acceso a la información, entre otros. Todos estos elementos aumentan de manera significativa la segregación socioeconómica, sin mejorar la calidad en la enseñanza impartida.
De esta manera, el resultado es un sistema profundamente segregado en términos socioeconómicos y desigual en sus resultados educacionales y, a pesar de obtener un pobre desempeño en calidad desde hace décadas, se sigue insistiendo en el actual sistema educacional, esperando que la competencia y el mercado después de 3 décadas de intentos fallidos, logren de una vez por todas solucionar los problemas de la educación. Es hora de darse cuenta que se necesitan reformas profundas, pues son los cimientos del sistema educacional, y no los meros errores superficiales, los que generan los problemas que hoy estamos enfrentando.
Edgardo Cerda
Estudios Nueva Economía
*Publicado en Cooperativa